La palabra «duma», existente en varios idiomas del este de Europa, como el polaco, el checo y el ucraniano, remite a una canción de naturaleza meditabunda, melancólica y triste. Si se le añade la partícula, se convierte en el diminutivo «dumka», que en plural sería «dumky». Este vocablo se traduciría, más o menos, como «cancioncitas melancólicas». Fue esta palabra la que el compositor austrohúngaro (nacido en lo que hoy es la República Checa), Antonin Dvorak, utilizó para bautizar once variadas piezas, entre dúos y quintetos, que incluyen su hermoso trío para piano, Opus 90, con el que el Trío Felicitá maravilló al público asistente en el Salón Banquetes del Palacio Nacional de la Cultura, mediante un despliegue de destreza y sensibilidad.
El concierto Dumky constó de dos partes llenas de sorpresas, en las que el Trío Felicitá hizo gala de su talento. La agrupación, compuesta por Denise Menes en el piano, Luis Recinos en el violín y Alfredo Mazariegos en el violoncelo, contó en esta ocasión con dos invitadas de lujo: la flautista Gabriela Corleto y la violista Astrid Marroquín. Los músicos se alternaron según las exigencias de cada pieza, en un concierto versátil de gran virtuosismo instrumental.
De lo clásico a lo moderno
La velada abrió con las palabras de Claudia Barillas, administradora del Palacio Nacional, quien recordó que, a pesar de la intensa actividad cultural que se desarrolla en ese edificio a través de todas las ramas del arte, «la vida musical de este palacio es por mucho la principal de sus labores culturales». Luego agradeció a los músicos por acudir a los salones, patios y galerías del Palacio a ejercer su profesión artística.
Entrados en materia, los músicos arrancaron con uno de los mayores exponentes del clasicismo, Wolfgang Amadeus Mozart, y su Cuarteto para flauta y cuerda en Do mayor, una pieza llena de la originalidad que caracterizaba al compositor de Salzburgo.
Una noche de originalidad y vanguardia
A continuación, llegó un momento muy especial, con el estreno mundial de la pieza Ecos del quetzal encantado, del compositor contemporáneo nicaragüense Luis Fletes Soza. En esta exigente y vanguardista composición, se alternan fragmentos vivaces y alegres, que remiten al vuelo de un quetzal en el bosque, con pasajes profundos e imponentes que recuerdan el telúrico sonido de un volcán, cristalizando así dos de los elementos más distintivos de la geografía centroamericana.
La primera parte cerró con el Trío para piano No. 2 del compositor Joaquín Turina, una pieza que exhibe toda la fuerza del compositor impresionista español.
Luego de un breve intermedio, los músicos volvieron a escena para interpretar, por fin, la melodía que da nombre a la presentación: una de las bellas dumkys de Dvorak, en seis movimientos para piano, violín y violoncelo. Una obra que bebe de las melodías tradicionales de la región eslava del este europeo. Esta pieza no suele formar parte de los repertorios de las agrupaciones musicales del país, dada su dificultad y su naturaleza inusual, por lo que los asistentes gozaron de buena fortuna al poder presenciar este singular tema en vivo.