Pellecer llegó a la música gracias a la influencia artística de sus padres. A pesar de enfrentar estrecheces económicas, su padre, pintor, y su madre, aficionada al flamenco, insistieron en que sus hijas estudiaran algo por las tardes para evitar la influencia de las pandillas que ya surgían en el país.
Inspiradas por el gusto de su madre por el tradicional baile español, las hermanas pensaron en el ballet, pero un encuentro casual cambió el rumbo de Laura.
Al lado de la Escuela Nacional de Danza se encuentra el Conservatorio Nacional de Música. No pasó mucho tiempo antes de que la joven Laura decidiera cambiar las duelas y la barra de ejercicios por las partituras.
“Mi primera intención fue apuntarme a clases de viola”, cuenta Pellecer, “pero había tanta gente en la cola para ese instrumento que me dijeron que con suerte podía inscribirme al año siguiente”.
Única en la sección de contrabajos
Confiesa que quedó muy triste y decepcionada, pero, “justo me encontré con un maestro de contrabajo, que me convenció de apuntarme al instrumento que toco desde entonces”, recuerda la maestra, que es la única mujer en la sección de contrabajos de la OSN.
Durante su extensa trayectoria, Pellecer ha recibido múltiples invitaciones para presentarse a nivel internacional, como cuando asistió a la Universidad de Colima en México para impartir talleres de contrabajo académico e interpretar música de los maestros guatemaltecos Joaquín Orellana y Minor Estrada.
Al retirarse, celebra haber visto un cambio en la composición de la orquesta. “De ser solo tres mujeres en toda la Sinfónica, ahora puedo ver que hay muchas chicas en la institución y que son respetadas por lo que tocan”, concluye esta extraordinaria mujer que deja un legado imborrable en la música sinfónica de Guatemala.