Entre los caminos de tierra y paisajes montañosos del caserío La Palmilla, municipio de Jocotán, Chiquimula, vive Gilberto Pérez, un agricultor con más de 14 años de experiencia promoviendo la agricultura familiar en su comunidad.
Su historia refleja el esfuerzo constante de las familias rurales que, gracias al acompañamiento del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA), han aprendido a cultivar sus propios alimentos y mejorar su calidad de vida.
Gilberto es promotor del Centro de Aprendizaje para el Desarrollo Rural (CADER), un espacio en el cual las familias comparten conocimientos y trabajan en conjunto para fortalecer la producción local.
Recuerda que al inicio participaban cerca de 40 familias, pero con el paso del tiempo muchas se trasladaron a otras comunidades. Hoy, el huerto comunitario sigue activo gracias al compromiso de 10 mujeres agricultoras, que cultivan loroco, chile, repollo, tomate, hierba mora, pepino y árboles frutales como naranja y banano.
Con el apoyo técnico del MAGA y la colaboración de organizaciones internacionales, el huerto cuenta con un sistema de riego por goteo alimentado por un reservorio de agua, lo que ha permitido mantener las siembras incluso en épocas de sequía.
En un gesto solidario, Gilberto ha destinado parte de su terreno para que las familias que no poseen tierra puedan sembrar sus hortalizas. “Lo importante es que todos tengamos la oportunidad de cultivar y tener comida en casa”, comenta con orgullo.
Además de ser líder comunitario, Gilberto se dedica al cultivo de frijol, maíz y café. Relata que, a lo largo de los años, el MAGA ha estado presente con capacitaciones relativas al manejo de plaguicidas, elaboración de abonos orgánicos y técnicas agrícolas sostenibles, así como asistencia técnica para mejorar sus cultivos. También han recibido semillas de maíz y abono orgánico para fortalecer la producción del huerto.
Durante una reciente visita, el personal de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) entregó fungicidas y fertilizante orgánico, insumos que las familias podrán utilizar para proteger y nutrir sus cultivos.
Historias como la de Gilberto, reflejan cómo la agricultura familiar, con el acompañamiento del MAGA y el trabajo comunitario, se convierte en una herramienta poderosa para fortalecer la seguridad alimentaria y el desarrollo rural sostenible, porque el pueblo digno es primero.